Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

martes, 27 de diciembre de 2011

LA ALEGRÍA DE VIVIR



¡Qué poco dormimos, entre unas cosas y otras! A veces el cansancio nos nubla el día y nos pasa como a los niños pequeños, que lloramos –literalmente- de sueño.

Sin embargo, para levantarse de la cama y afrontar lo que venga, lo primero, en el dormitorio y en el alma, es siempre encender la luz.

Cuando estoy en un lugar oscuro y se enciende la luz, empiezo a ver las cosas con claridad, sé dónde estoy, puedo avanzar sin tropezar, desaparecen la inseguridad y el miedo, me encuentro mejor, soy más feliz. La luz evoca el bien porque nos hace bien. Es un estupendo símbolo para definir los valores, que son la brújula de la vida.

A cuenta de la luz, me gustaría abordar la alegría de vivir. No es un valor del que se hable muy frecuentemente y por eso se merece que pensemos un poco sobre él.

Schopenhauer cuenta la historia de un ermitaño que quería alejarse de todo para encontrar el silencio más absoluto y perfecto. Buscó una cueva escondida en el paraje más alejado del mundanal ruido pero una vez allí se dio cuenta con desesperación de que nunca dejaba de escuchar el chirrido de la rueda del tiempo. Un día, cuando estaba ya a punto de volverse loco, vio venir por un sendero a una pareja de jóvenes enamorados que se iban cantando coplillas el uno al otro. El ermitaño estuvo un buen rato mirándolos pasar y escuchando su canto, y cuando se alejaron cayó en la cuenta de que el canto del amor había hecho callar a la rueda del tiempo.

¡Qué angustioso sería escuchar permanentemente el giro de esa rueda! Sin embargo, eso es lo que pensamos cuando decimos carpe diem. Cometemos una gran injusticia al traducir este aforismo latino porque no significa “vive cada día como si fuera el último”. Eso sería silenciar los sonidos del paisaje humano que nos rodea y dedicarse a escuchar solamente el chirrido de la rueda del tiempo girando hacia la muerte. ¿Cómo podríamos soportar esa agonía? No; carpe diem significa “conviértete en el dueño de tu día”.

Ahí, está la clave de la alegría de vivir. Las personas que la rezuman no afrontan cada día como el último sino como propio. Este valor no significa superficialidad ni atolondramiento sino verdadera comprensión del sentido de nuestra presencia en el mundo.

Si nos fijamos bien, a las personas dueñas de su tiempo les gusta entregar buena parte de este a los demás. Parece que abren la persiana de su alma para que entre el sol y para que entremos también de paso quienes estamos junto a ellas. Con su despliegue de energía generosa nos dicen: “si quieres dejar de obsesionarte con el ruido del paso del tiempo, sal de tu encierro, comparte el amor... ¡enciende la luz!”.




viernes, 23 de diciembre de 2011

EL MUNDO EN SUS MANOS

Jessye Norman y Kathleen Battle cantan un clásico espiritual: "He's got the whole world in His hands".

NOCHEBUENA, NAVIDAD. La fiesta de los vínculos con nuestra memoria y con la hermandad de los hombres.

Cuando yo era niña, la noche del 24 de diciembre había tregua en todas las guerras. Porque nacía un Niño. Porque Él tenía el mundo en sus manos.

Ese Niño nace esta noche también. Todos estaremos muy cerca unos de otros, en las mismas manos.

Que sea una Navidad feliz.

EL DÍA QUE ME QUIERA



Aquí vamos, como una centella, confundiendo algunas mañanas el gel de ducha con el Mistol, o el after-shave con el Nenuco. Es lo que tiene esto del día a día, que nos encontramos siempre a punto de estallar, agobiados, estresados, afónicos, insomnes…y vivos.

Para muchos de nosotros están ahí, a todas horas, en presencia o en ausencia, nuestros hijos. Ahí está su necesidad de nuestro amor y nuestra presencia implicada y atenta. Y también la necesidad de que haya comida en la nevera y ropa limpia en el armario, claro.

Ahí está la pareja. Un par de veces al día nos saludamos como dos maquinistas del AVE que se cruzan en mitad del trayecto, cada uno a mil por hora y para un lado. Pero bueno, vamos cumpliendo horarios.

Ahí está el trabajo profesional, que nos ofrece tantas oportunidades de crecimiento personal y a cambio nos absorbe tanto.

Y ahí está también la voz interior que nos pide una manera de vivir más consciente, con más alma. La que nos anima a concentrarnos en lo bueno y bello de cada día para vivirlo con los ojos más abiertos. Para saborearlo en el presente y que vaya formando parte de nuestra historia.

Porque aquí estamos escribiendo una historia. Novela es el vivir y cada uno escribe la suya, que decía Unamuno. Y el día en que uno comprende esto, comienza a quererse, a distinguirse, a mimarse por dentro, como persona, es decir, miembro único e insustituible de la realidad. Nadie ha sido, es o será como nosotros. Y esa certeza es siempre el primer paso para vivir mejor.

Así que no está nada mal ponerse como objetivo concreto, a partir de un día cualquiera, empezar a quererse a uno mismo.

Porque el día que me quiera a mí mismo habré comenzado a practicar un ejercicio de inmersión en la realidad concreta. Viviré aquí y ahora, no en el pasado que llevo en la mochila ni en la incertidumbre del mañana.

El día que me quiera a mí mismo distinguiré los valores que me sirven para ser mejor y más fuerte, y así manejaré el modo de empleo de la vida.

El día que me quiera a mí mismo sabré querer a los cercanos, a los próximos y a todos los que forman parte de la hermandad de seres humanos a la que pertenezco.

El día que me quiera a mí mismo comprenderé que la vida es un viaje hacia mi propio interior. Y allí todo tiene sentido.