Dime niña, ¿de quién eres toda
limpia?
Soy de la tierra fría. Soy de un
país que está lejos de todos los demás países y se llama Kirguizistán. Soy de
un pueblo perdido en medio de ese país remoto. Un pueblecito sin escuela, ni
luz eléctrica, ni hospital. Soy de una casa de cemento gris, sin baño, con una
sola cama y una sola ventana.
Dime niña, ¿de quién eres, toda desnuda?
Soy de mis padres. Soy de mis
cuatro años y de mis ganas de jugar. Soy del agua caliente que me limpia. Aquí
vengo, a esta casa de baños, cada vez que mi familia reúne el dólar que cuestan
una tina y un barreño. Soy del arroz que como a diario. Quiero decir el arroz
con arroz que como a diario. Soy de mi barriguita hinchada. Soy de mi asombro
al mirar las estrellas.
Dime niña, ¿de quién eres, tan coqueta?
Soy de mi pelo negro y de mis
ojos mongoles. Soy de mi piel del color del sol. Soy de mi futuro, sin libros y
sin letras. Soy de lo que seré, tal vez una novia raptada, como mi madre; o una
pastora nómada como mi abuela. Soy de la vida que me ha tocado, en el lugar que
me ha tocado. Soy de mis sueños de niña kirguís en mi pueblo sin escuelas. Soy
de mi peine de plata fina. Soy del espejito mágico que me dice linda.
Dime niña, ¿de quién eres, tan tranquila?
Soy de las cosas que veo, de los
hermanos que tuve, de las lágrimas de mi padre cuando el frío le hiere las
manos o la bebida le embriaga, de la tristeza de mi madre cuando yo estoy
triste, de la alegría de mi madre cuando yo estoy limpita.
Dime niña, ¿de quién eres, toda vestida de blanco?
Soy de la Virgen María y del Espíritu Santo.