Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

TODA VESTIDA DE BLANCO


 
 
Dime niña, ¿de quién eres toda limpia?

Soy de la tierra fría. Soy de un país que está lejos de todos los demás países y se llama Kirguizistán. Soy de un pueblo perdido en medio de ese país remoto. Un pueblecito sin escuela, ni luz eléctrica, ni hospital. Soy de una casa de cemento gris, sin baño, con una sola cama y una sola ventana.

Dime niña, ¿de quién eres, toda desnuda?

Soy de mis padres. Soy de mis cuatro años y de mis ganas de jugar. Soy del agua caliente que me limpia. Aquí vengo, a esta casa de baños, cada vez que mi familia reúne el dólar que cuestan una tina y un barreño. Soy del arroz que como a diario. Quiero decir el arroz con arroz que como a diario. Soy de mi barriguita hinchada. Soy de mi asombro al mirar las estrellas.

Dime niña, ¿de quién eres, tan coqueta?

Soy de mi pelo negro y de mis ojos mongoles. Soy de mi piel del color del sol. Soy de mi futuro, sin libros y sin letras. Soy de lo que seré, tal vez una novia raptada, como mi madre; o una pastora nómada como mi abuela. Soy de la vida que me ha tocado, en el lugar que me ha tocado. Soy de mis sueños de niña kirguís en mi pueblo sin escuelas. Soy de mi peine de plata fina. Soy del espejito mágico que me dice linda.

Dime niña, ¿de quién eres, tan tranquila?

Soy de las cosas que veo, de los hermanos que tuve, de las lágrimas de mi padre cuando el frío le hiere las manos o la bebida le embriaga, de la tristeza de mi madre cuando yo estoy triste, de la alegría de mi madre cuando yo estoy limpita.

Dime niña, ¿de quién eres, toda vestida de blanco?

Soy de la Virgen María y del Espíritu Santo.