Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

jueves, 21 de junio de 2012

El Camino de Santiago




Una de las cosas más bellas que he hecho en la vida ha sido el Camino de Santiago. No lo hice entero pero sí un tramo suficiente como para sellar la Compostela. Me acompañaban mi familia y unos amigos del alma, con sus hijos también ¡Qué alegría llegar, ver las torres de la catedral, comprender por qué se llama así el Monte do Gozo! Pero sobre todo, qué belleza, qué lección, el camino en sí mismo.

Cada vida humana es como el Camino de Santiago. El peregrino tiene que ir hacia adelante, paso a paso cada día, con euforia en los pulmones a veces, y otras con ampollas en los pies. Lleva compañeros fijos durante mucho tiempo, y ve cómo el camino también les modifica a ellos. Comparte tramos con gente desconocida que, durante unas jornadas se convierten en compañeros y luego se alejan. Duerme en albergues calentitos o al raso, no sabe lo que te espera en la siguiente jornada, conforme va avanzando, le van importando menos las alharacas y más el andar en sí mismo. A veces tiene el privilegio de ver cómo los compañeros de camino más jóvenes, con mejor fuelle, le adelantan y se pierden de vista, en bella metáfora de la realidad de la paternidad. Y siempre, siempre, lleva a cuestas una mochila en la que guarda lo esencial y se arrepiente de haber cargado con lo accesorio.

En la cima del Monte do Gozo, el peregrino comprende que ha llegado al final, que el camino era una meta en sí mismo, y el sentido del camino era esa meta.

martes, 12 de junio de 2012

Viva la música


Lola está enferma de Alzheimer. Dentro de su cerebro permanecen encerrados los recuerdos de toda una vida, pero ella ha perdido las llaves y ya no puede abrirles la puerta y traerlos al presente, como hacemos los demás. A lo mejor por eso pasa tanto tiempo buceando dentro de sí misma. Tiene que ser muy difícil encontrar llaves en la oscuridad.

Sin embargo, no ha perdido todas las llaves. Conserva algunas desde las que accede a vivencias muy especiales. Por ejemplo, yo puedo establecer con ella este curioso diálogo: 

Yo: Cuando salí de mi tierra…

Lola: …volví la cara llorando…

Yo: …porque lo que más quería…

Lola: …atrás me lo iba dejando.

Este diálogo tiene música. Habrá quien lo haya reconocido. ¡Es el estribillo de la canción “El emigrante”, de Juanito Valderrama! Lola, que ya no reconoce a sus nietos, reconoce aún las canciones que le tocaron el corazón. Cuando ha perdido ya tantas cosas, conserva viva la música.

Y es que la música es un misterio maravilloso, un capítulo aparte entre las artes. Ejerce un influjo tan poderoso sobre el alma, maneja nuestras emociones de tal manera que podría compararse, como dice el filósofo Schopenhauer, con una lengua universal, más elocuente, más clara y más profunda que todas las demás lenguas de la Tierra. Porque una melodía dice lo que ella quiere al corazón de los hombres. Y todos sin excepción comprenden la tristeza de un fado, la melancolía de un vals de Chopin, la solemnidad de una marcha, la alegría de una rumba o la felicidad pura de la Danza Húngara que seguramente está tocando este buen hombre sobre un puente de Paris.

Para mí, el momento genial del día es pasear con Lola cantando “El emigrante”. Parecemos dos locas pero en ese momento somos felicísimas.

Lola es mi madre.

                                                                                   He publicado este artículo en la revista 21RS

jueves, 7 de junio de 2012

CARTAS PARA ENCENDER LINTERNAS









Este es el segundo libro que he publicado este año. Se llama Cartas para encender linternas y puede considerarse la segunda parte de La flor de la esperanza. 

Durante un año, el franciscano Paco Castro y yo hemos establecido una correspondencia sobre sobre el valor de las cosas pequeñas, esa porción de actitudes cotidianas que pasan desapercibidas entre los grandes conceptos y los titulares de prensa pero constituyen el patrimonio más profundamente humano.
Para mí ha sido una buena posibilidad para reflexionar. 
Quienes siguen el blog El día que me quiera a mí mismo ya han tenido algún anticipo de estas reflexiones.
Lo firmaré en la feria del libro de Madrid el domingo 10 de junio por la mañana en la caseta 127.