Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

martes, 12 de junio de 2012

Viva la música


Lola está enferma de Alzheimer. Dentro de su cerebro permanecen encerrados los recuerdos de toda una vida, pero ella ha perdido las llaves y ya no puede abrirles la puerta y traerlos al presente, como hacemos los demás. A lo mejor por eso pasa tanto tiempo buceando dentro de sí misma. Tiene que ser muy difícil encontrar llaves en la oscuridad.

Sin embargo, no ha perdido todas las llaves. Conserva algunas desde las que accede a vivencias muy especiales. Por ejemplo, yo puedo establecer con ella este curioso diálogo: 

Yo: Cuando salí de mi tierra…

Lola: …volví la cara llorando…

Yo: …porque lo que más quería…

Lola: …atrás me lo iba dejando.

Este diálogo tiene música. Habrá quien lo haya reconocido. ¡Es el estribillo de la canción “El emigrante”, de Juanito Valderrama! Lola, que ya no reconoce a sus nietos, reconoce aún las canciones que le tocaron el corazón. Cuando ha perdido ya tantas cosas, conserva viva la música.

Y es que la música es un misterio maravilloso, un capítulo aparte entre las artes. Ejerce un influjo tan poderoso sobre el alma, maneja nuestras emociones de tal manera que podría compararse, como dice el filósofo Schopenhauer, con una lengua universal, más elocuente, más clara y más profunda que todas las demás lenguas de la Tierra. Porque una melodía dice lo que ella quiere al corazón de los hombres. Y todos sin excepción comprenden la tristeza de un fado, la melancolía de un vals de Chopin, la solemnidad de una marcha, la alegría de una rumba o la felicidad pura de la Danza Húngara que seguramente está tocando este buen hombre sobre un puente de Paris.

Para mí, el momento genial del día es pasear con Lola cantando “El emigrante”. Parecemos dos locas pero en ese momento somos felicísimas.

Lola es mi madre.

                                                                                   He publicado este artículo en la revista 21RS

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