Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

viernes, 2 de marzo de 2012

¿Eres feliz?


¿Eres feliz?



Hace unos días le hice esta pregunta a un poeta. Él me contestó: “Todos los seres humanos son felices”. Yo me sorprendí: ¿Todos? Entonces me habló de esta manera:



Nuestra vida es un estanque que estamos agitando constantemente. Removemos con el pensamiento vivencias del pasado, anticipamos preocupaciones del futuro, nos atormentamos con imaginaciones que tomamos por hechos, nos enredamos en lo accesorio, en lo ajeno, en lo superficial, nos azotamos con la culpa y no sabemos salir del círculo de los deseos y su consecución inmediata, así que las aguas de nuestro estanque están siempre azotadas por vientos y olas.  

Pero el estanque, en realidad, es tranquilo y bello. Cuando conseguimos aquietar sus aguas, serenar las turbulencias, calmar el constante desear más y más de todo, y valorar lo que de verdad importa, el agua clara y profunda del estanque nos hace felices inmediatamente.



Pienso que mi amigo el poeta dice una verdad profunda: hemos nacido para la felicidad. Esa verdad es la tendencia natural del ser humano y tenemos que ir contra ella y vencerla antes de poder enredarnos en lo falso.



De hecho, todos hemos probado ya la felicidad. Todos conservamos el recuerdo de algún momento esencial, sobrio y tranquilo en el que, fuesen como fuesen las circunstancias, nos rodeó la certeza de estar vivos, de tener sentido, de abrazar el presente y no tenerle miedo al pasado ni al futuro. Si nos preguntamos qué tenía aquel momento concreto frente a los demás, posiblemente nos demos cuenta de que la clave éramos nosotros mismos: no estábamos distraídos ni dispersos sino allí en cuerpo y alma, sin imaginar, sin temer, sin soñar, disfrutando de la certeza de vivir el presente de una existencia única, incomparablemente nuestra.



La felicidad está a nuestro lado, esperando que calmemos los mil huracanes tontos de nuestro pensamiento. Y muchas veces se cansa de que la miremos sin verla mientras nos dedicamos a:



Constatar que el tiempo

se ha deslizado

lento pero inexorable.

Todo ha cambiado

y todo sigue igual.

Metamorfosis de las ilusiones.

Estelas en el agua.



Los poetas saben explicar lo que nos pasa cuando nos llenamos de desesperanza. Pero el secreto está en comprender que el tiempo no es pasado ni futuro mientras la felicidad anide aquí a nuestro lado, en un recodo humilde del presente. Y en que hay un estanque sereno en nuestro interior, esperando a que dejemos de ser ilusos dibujantes de estelas en el agua.




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