Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

viernes, 18 de mayo de 2012

Una ventanita del cielo




Los seres humanos necesitamos situarnos constantemente en el espacio y el tiempo, pero estos parámetros tienen una flexibilidad casi mágica. Cuando un sitio cualquiera ha presenciado el encuentro con personas que nos han dejado huella, nunca vuelve a ser el mismo. En nuestra memoria, se ha convertido ya para siempre en un lugar especial. Y precisamente por eso, se adueña también del tiempo y lo transforma en significativo, en parte de nuestra biografía.



Me parece que muchos de los tiempos y los espacios más inolvidables de nuestra vida están en la infancia.  La mía estuvo llena de imaginación a cuenta de los fabulosos relatos que me contaban mis abuelos y de un tesoro que guardaban mis tías abuelas: una colección de tebeos que nos guardaban año tras año, siempre los mismos y siempre nuevos.



Muchas veces he echado de menos la relación que se tenía hace años con esa familia más extensa, portadora de las historias de nuestros antepasados. Convivir con todos aquellos ancianos  nos permitía establecer un buen vínculo entre generaciones antes de comenzar a escribir las primeras líneas de nuestra propia historia.



Desde esa ventanita del Cielo por la que seguramente se asoman Todos los Santos, aún hoy nos ellos nos protegen y nos cuidan. No dejemos de honrar su memoria.




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