Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

martes, 24 de enero de 2012

Aceptar el dolor. Zumo de naranja.



Hace poco, en un reportaje del telediario, una muchacha joven y guapa decía ante la cámara: “¿Tú sabes lo que disfruto yo ahora de un sencillo zumo de naranja? ¡Doy gracias al cáncer por enseñarme a vivir!”. 
 

Esta muchacha respondía valientemente - desde el corazón, que es el sitio donde mejor viven la esperanza y sus paradojas - a una pregunta difícil: ¿puede vivir con agradecimiento alguien maltratado por el dolor? La respuesta más razonable es no. Sin embargo, conozco a personas que han sabido encontrar el sentido de un dolor inhumano, no se han dejado abatir y aprecian el tesoro de vivir conscientemente; recuerdo historias increíbles de superación y esperanza; me han hablado de la alegría que se encuentra a veces en medio de la desolación en los países más pobres... Existe en el corazón del hombre la capacidad de superar el dolor, y la de trascenderlo, y la de aprender de él porque contamos con una imperiosa voluntad de vivir.



Esta cualidad está documentada y los psicólogos la denominan resiliencia. Es un término tomado de la física y alude a los materiales que son capaces de recuperar su forma original después de una gran presión, y pueden doblarse sin romperse. Así que una persona responderá al dolor de manera propia y variable en cada momento de la vida, en la medida de sus fuerzas.  Y tal vez la desesperación de años pueda considerarse como un hito de aprendizaje en quien haga un recuento sereno de sus vivencias. 

 Aceptar el dolor no es rendirse, no impide luchar. Supone, sencillamente, reconocer que nuestra pequeña biografía se encuentra en las manos de Dios. Y que ese es un lugar seguro.

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