Un blog para pensar sobre los valores en la vida cotidiana.

Amarás al prójimo como a ti mismo. (Mt,12,31)

Para que marche bien el engranaje de nuestra compleja maquinaria, hace falta una caja de herramientas en la que se encuentran los valores. Entre ellos hay grandes conceptos, esenciales en la condición humana: la libertad, la justicia, la fortaleza, la templanza, la prudencia. Ahí están vigentes desde hace milenios y no creo que el ser humano haya pensado nunca en nada mejor.
Pero hay también valores escondidos. Como valor es todo aquello que se valora, y hoy apreciamos muchas actitudes absurdas, puede ser bonito desentelarañar esos valores pequeños que miran hacia la trascendencia y dan sentido a la vida.
Sobre algunos de ellos quiero reflexionar en este blog porque son ellos los que estarán iluminados desde mi interior el día que me quiera. Y tengo que amar al prójimo como a mí mismo.

viernes, 20 de enero de 2012

Tres personas. La gratitud.


Una de estas mañanas de invierno, la más clara y fría de este año, iba caminando Castellana abajo y me sorprendía que el aire de Madrid pudiera ser aquel día tan fresco y limpio, tan digno de esas montañas que tenemos ahí cerca. Al poco rato me di cuenta de que iba salmodiando “qué admirable es Tu nombre en toda la Tierra”. Por eso quisiera hablar de la gratitud.

Los salmos hablan con palabras eternas. También gracias es una palabra eterna, así que voy a empezar agradeciendo la presencia en mi vida de las tres personas que inspiran este escrito.

Las dos primeras son mis abuelas. Mi abuela Pura era una mujer llena de exquisitez y ternura, una gran dama; mi abuela Carmen, una mujer luminosa llena de alegría de vivir.

De ambas recuerdo bellos consejos relacionados con la gratitud. La abuela Pura me decía siempre: “de bien nacido es ser agradecido”. A ella le parecía que dar las gracias era un principio básico del comportamiento y que a lo largo del día había mil ocasiones para ponerlo en práctica. "Lo único que necesitamos - me decía - es ser conscientes de cuántas pequeñas cosas buenas nos pasan, de cuántas personas nos facilitan la vida con favores útiles. Y podrían no hacerlo, así que hay que darles las gracias."

Tenía razón. Cada uno de nuestros días está lleno de pequeñas atenciones que nos dedican otras personas, y lo hacen porque están atentos a nosotros. El agradecimiento en este primer nivel nos ayuda a ubicarnos como seres finitos que precisan de apoyo. Pero además muestra una faceta muy bella de la humildad: quien recibe un favor es generoso porque permite dar a quien quiere dar. Tener la humildad de recibir favores humaniza mucho. Aunque solo fuera por eso deberíamos dar las gracias.

De mi abuela Carmen recuerdo la capacidad de sorprenderse y la curiosidad. "Agradecer es mirar bien, a lo que tienes y no a lo que te falta", me decía. Ella sabía que muchas de las cosas buenas que nos pasan no son merecidas ni las ganamos por oposición, y que la tarea de nuestra voluntad consiste en valorarlas.

Este tipo de agradecimiento espiritual precisa de humildad porque es la actitud opuesta al egocentrismo. Si fuésemos conscientes de estos favores de la vida para con nosotros, nos quejaríamos menos, aprenderíamos más, daríamos importancia a lo esencial y no a lo accesorio.

Lo que hemos vivido hoy y lo que hubo ayer, los que estuvieron, los que están y los que estarán, la buena salud o la mala - mientras haya camino que andar- el amor que nos hace felices, el desamor que nos hace comprensivos, el reto que nos hace fuertes y el traspiés que nos descubre débiles... Esta amalgama de relaciones y vivencias nos permite emplear la palabra yo de una manera propia y diferente a la de cualquier otra persona. Somos únicos. A poco que nos paremos a pensar, tenemos que estar profundamente agradecidos por ello.

La tercera persona es Carmelo Gómez, el gran actor. Hace unos años, en una entrevista para mi libro Contigo aprend, me dijo: “por haber nacido solo tenemos obligaciones; los derechos nos los otorga alguien porque nos quiere.”

Aquí está la premisa básica para un tercer tipo de agradecimiento, el que podríamos denominar social.

Vivimos en una sociedad de los derechos que, a pesar de sus facilidades, está llena de contradicciones y tiene mucho que explicar a los millones de personas que viven en su periferia. La mejor manera de corresponder a nuestros privilegios es trabajar por la justicia. Por eso es tan adecuado el mensaje que nos invita a recuperar las obligaciones, la ob-ligatio, esa vinculación con los demás desde la misma hora de nuestro nacimiento.
Por los derechos que nos otorga esta sociedad en que hemos tenido la suerte de nacer, y por las obligaciones y deberes que nos vinculan a los demás convirtiendo nuestra vida en profundamente humana, muchas gracias también.

A quien corresponda.

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