¿Qué va a ser de nosotros? ¿Hacia dónde va este mundo loco? El telediario me desgrana sin pausa la crisis económica, el desplome de las bolsas, la pérdida de confianza en las soluciones políticas, el calentamiento global y el satélite descontrolado que caerá esta madrugada y nadie sabe dónde.
Camino por la ciudad y un ramo de flores en una plaza me recuerda el luto del terrorismo. Me encuentro con personas que vivían tranquilas hasta que encontraron en una curva del camino la violencia callejera, la delincuencia, el paro o el alcoholismo. Madres que lloran me cuentan los estragos del consumo desenfrenado en la vida de sus hijos, los problemas de la educación, el maltrato en las familias. Las hojas del calendario al pasar me anuncian los problemas de salud de mis seres queridos y los míos propios, la vejez y la muerte. Y por la noche me despierta la preocupación por el futuro de los jóvenes, sobre todo de esos dos muchachos que dan sentido a mi vida.
Voy y vengo sin parar. Aconsejo a muchos padres que me preguntan sobre la educación de sus hijos y luego vuelvo a casa corriendo a ver a los míos, que se han calentado ellos solos la comida en el microondas. Hay tantas cosas que puedo hacer y no hago; tantas cosas que no puedo hacer. Las palabras que más empleo son: rápido, venga, corre, dale, más, aquí, ahora, voy, sí, ya.
De repente, el remolino ha dejado de girar. Suena la voz de Jessye Norman que, sin acompañamiento musical, solamente con su canto prodigioso, desde el alma, desgrana la letra centenaria del más antiguo y hermoso de los espirituales negros, Amazing Grace, Sorprendente Gracia.
El canto dice:
Sorprendente Gracia, qué dulce tu sonido
Que ha salvado a un triste como yo.
Estaba perdido y me he encontrado.
Estaba ciego y ahora veo.
La Gracia tocó mi corazón para que temiera a Dios
Y la Gracia alivió mis miedos.
Qué regalo fue que apareciera en mí esta Gracia
En la hora en que creí por primera vez.
Mientras me llega la voz eterna de aquellos esclavos que nunca dejaron de confiar, recuerdo algo que me contó una madre de familia como yo, que también va a todas partes corriendo. Al terminar el Camino de Santiago se acercó a confesar con un sacerdote, y él, después de escuchar todos sus miedos y preocupaciones le dijo: No te agobies tanto. Déjale hacer algo a Dios.
Esta tarde todo se ha parado. Hasta mi agenda repleta, tan interesante, me parece un simple cuaderno usado.
La sorprendente Gracia, desde muy adentro, me recuerda que estoy en las manos de Dios.
Confío.
Es curioso. Ahora Jessye Norman canta otro clásico del góspel: Él tiene el mundo entero en sus manos.
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